Las mentiras que nos contaron la verdad
Juan Luis Sánchez
Las muertes de Ceuta demostraron que un Gobierno puede mentir a los ciudadanos para esconder ilegalidades y violaciones de derechos humanos. Pero que ya no cuela.
Esto no pasó. Según las primeras versiones del Gobierno, la Guardia Civil nunca tuvo que actuar durante la tragedia de Ceuta, ni ningún inmigrante llegó a la costa española. En la imagen, los agentes españoles recogen cadáveres en Ceuta. EFE / Reduan Dris Regragui
Bienvenidos al viaje de la verdad. Abróchense los cinturones y afinen la mirada, no pierdan detalle porque vamos a hacer un recorrido por las páginas del parque jurásico de la política, por los juegos del hambre de la frontera, por los pasillos del lado oscuro donde no se ve venir el despertar de la Fuerza, por la isla donde habita el humo negro de la mentira. Verán dinosaurios resistiendo la extinción mientras pisan, muerden y siguen creyendo que el terreno es suyo; verán periodistas y ciudadanos lanzando flechas contra los espejismos electrificados del Gobierno, verán su cúpula de versiones oficiales venirse abajo, en directo y por televisión.
El día 6 de febrero de 2014, mientras amanece, 15 personas mueren en la frontera de Marruecos y Ceuta.
El 6 de febrero de 2014, a primera hora de la mañana, el Gobierno de España emite un comunicado oficial que dice que durante la madrugada 400 personas han tratado de “asaltar” el puesto fronterizo y la valla de Ceuta y que han sido “repelidos” por la policía marroquí. Que las fuerzas de seguridad españolas “en ningún caso han intervenido”. Que Marruecos se ha encargado de todo. Que ningún inmigrante ha conseguido entrar en territorio español. Y que sí, que ha muerto un número indeterminado de personas, pero que se han ahogado mientras nadaban para rodear la valla sin que hubiera episodio alguno de violencia y que los guardias españoles se han enterado de lo que ocurría a través de contactos por radio y teléfono con las autoridades marroquíes. Marquen este párrafo con un boli mientras leen porque habrá que volver a él al final del artículo.
Pasan las horas. La versión oficial de los hechos se publica en la mayoría de los medios de comunicación. Qué pena, ha muerto gente en aguas marroquíes. Vaya. Cómo va a tener la culpa España de nada de eso. Bueno, ¿hablamos de otra cosa?
Pasan las horas y a las cinco de la tarde se publican en eldiario.es los testimonios de inmigrantes supervivientes que acusan a los agentes de la frontera de cargar contra ellos y específicamente a la Guardia Civil española de lanzarles botes de humo y pelotas de goma cuando estaban en tierra y luego en el agua.
¿Por qué? ¿Por qué se quedan ancaramados en lo alto de la valla, también en Melilla? ¿Oor qué corren hacia comisaría en cuanto se deciden a bajar? Porque si un agente les coge en el camino, le expulsará sin explicaciones. Nunca habrá existido. Sergi Cámara
Interior cambia la versión oficial tras la publicación de este artículo. Un portavoz dice que lo único que se han usado son “armas de fogueo” desde el lado español del puesto fronterizo, lejos de los inmigrantes, y que “eso no hace nada, solo ruido”.
A las siete de la tarde surgen más testimonios de testigos diciendo que hubo disparos de bolas sobre el grupo que intentaba cruzar a nado. Y que es en ese punto donde se producen todas las muertes, por ahogamiento y aplastamiento. Algunos consiguieron pasar al otro lado y llegaron a la playa.
Pasan las horas. El ministerio de Interior tiene que volver a hacer declaraciones oficiales para admitir que también hubo de pelotas de goma y botes de humo. Pero insiste: solo se han usado en tierra y fue después cuando parte del grupo se metió en el agua para bordear la valla a nado. Y que ahí ya la Guardia Civil no tuvo nada que ver y se ahogaron porque no llevaban flotadores.
Y entonces se utiliza el comodín de la violencia. El uso de antidisturbios fue proporcionado porque “se trataba de un asalto masivo con violencia nunca vista”: “Han tirado piedras contra todo lo que han pillado”.
Han pasado 10.00 desde el primer comunicado oficial y el Ministerio del Interior ya ha difundido tres versiones diferentes. La línea roja de lo que están dispuestos a admitir está clara: no hubo ninguna actuación española ni en la valla, ni en el agua, ni en la playa de Ceuta.
Con esta tercera versión oficial del día, a pesar de los testimonios que apuntaban en sentido contrario, los grandes medios de comunicación hacen titulares e infografía explicando lo que había ocurrido en Ceuta. Violencia masiva. Respuesta proporcional.
–Las muertes son una tragedia, sí, pero involuntaria. Shit happens. ¿Hablamos de otra cosa?
–No.
Para la mañana siguiente, ya tenemos fotos donde, sorpresa, aparecen los guardias civiles españoles junto a la valla, en el espigón y en la playa, justo después de las muertes. Ante la confusión, los periodistas preguntamos si podemos ver las imágenes de las cámaras de seguridad que suele haber en los puestos fronterizos.
A las 11.00 del 7 de febrero, un portavoz de la Guardia Civil dice que en la zona de las muertes no hay cámaras. Nos dicen que en una frontera no hay cámaras de seguridad.
Como eso no se lo cree nadie, muchos periodistas no nos lo creemos. Unos minutos después la Guardia Civil recula ante las preguntas: sí que hay cámaras, sí. Pero nos dicen que no ha dado tiempo de ver aún las imágenes. Después de 24 horas desde la muerte de más de una decena de personas y con cinco versiones diferentes de lo ocurrido, ¿a nadie le había dado todavía por mirar las cámaras de seguridad?
¿Se han usado pelotas de goma para contener la llegada de los inmigrantes que llegaban? “Pelotas de goma en la mar, no”, dice el director de la Guardia Civil 30 horas después de los hechos. El 8 de febrero añade: “ningún inmigrante pisó el suelo español”. Testimonios en eldiario.es dicen ese mismo día lo contrario.
A falta de cámaras oficiales, llegan las ciudadanas. A las 14h se difunde un vídeo grabado desde un edificio próximo a la playa. El vídeo corrobora otra mentira oficial: sí había guardias civiles junto a la valla y junto al agua durante la tragedia. Y más importante: un numeroso grupo de inmigrantes llegó a la playa española, rodeando a nado el espigón fronterizo, y los guardias civiles los condujeron inmediatamente al otro lado.
Estas imágenes son la prueba más clara y descarnada que se había visto hasta la fecha de lo que conocemos como “devoluciones en caliente” y que no son más que una expulsión inmediata e ilegal del que llega, sin darle la oportunidad de justificar –como marca la ley nacional e internacional– por qué está desesperado por entrar y sin ser atendido de posibles heridas o hipotermia o ataque de nervios, sobre todo teniendo en cuenta que 15 personas habían muerto a su lado unos minutos antes. Los guardias hacen un cordón y los empujan al otro lado de nuevo, a zona marroquí. Algunos, muy débiles, van tropezándose por el camino.
El Gobierno dice que no ha mentido sobre aquello de que ningún inmigrante había conseguido cruzar a España porque España no empieza tras la valla o en la playa de Ceuta sino cuando uno consigue escabullirse de las autoridades. Algo que llamaron “línea fronteriza retráctil”. España no empieza en España; España empieza en la Guardia Civil.
El 10 de febrero, acorralado por algo que no suele pasar –los medios empiezan a no creerse la versión oficial de Interior sobre lo que ocurre en la frontera– el Gobierno difunde un vídeo de las cámaras de seguridad de la frontera. Esas que no existían.
El vídeo resume en tres minutos varias horas de actividad. Está editado por el Ministerio para dejar solo las partes que le interesaba mostrar: aparece primero, de noche, un grupo muy numeroso de inmigrantes corriendo desde Marruecos hacia el puesto fronterizo; luego, ya de día, se ve cómo los inmigrantes que se han quedado del lado marroquí lanzan piedras contra el lado español.
El resto, lo dejan fuera del montaje. No se ve nada del uso del material antidisturbios por parte de España. No se ve nada de las cargas de la policía marroquí para defender la frontera española. No se ve ni cómo ni en qué momento los inmigrantes deciden meterse en el agua. No hay ninguna imagen del momento de la muerte de las 15 personas ahogadas o aplastadas intentando cruzar a nado. No se ve nada del cumplimiento legal y humanitario de las obligaciones de las fuerzas españolas en la frontera y por supuesto nada de las devoluciones ilegales.
Una de las primeras teorías que estudia cualquier alumno de comunicación audiovisual es la del efecto Kuleshov: la percepción del público de cualquier imagen está condicionada por lo que sus ojos hayan visto justo antes, hasta el punto de que el significado cambia por completo. En este caso, la imagen final de un grupo de personas lanzando piedras no produce el mismo efecto sobre el que la mira si inmediatamente antes está la de la carrera de cientos de personas hacia la frontera, como es el caso, que si es el del uso de antidisturbios contra personas que acaban ahogadas. Justo lo que el montaje de Interior no enseña.
Aún así –porque para hacer el mal también hay que tener talento– en el montaje del Gobierno se escapan algunos detalles que son la confesión de varias mentiras. Un ejemplo: en el vídeo se ve que los inmigrantes llevaban flotadores artesanales puestos en la cintura desde el primer momento. El director de la Guardia Civil había dicho que era imposible que sus agentes pincharan nada, como sostienen varios inmigrantes, porque “los inmigrantes no llevaban ni manguitos ni flotadores”.
¿Cómo va el viaje? ¿Han perdido la cuenta de mentiras y versiones oficiales? No se preocupen. Nosotros también.
Una semana después de las muertes de Ceuta, el ministro se ve obligado a dar explicaciones en el Congreso. Y su comparecencia demuestra definitivamente que tanto su ministerio, la Delegación del Gobierno y la Guardia Civil han mentido durante toda una semana. Admite que los agentes españoles sí dispararon pelotas al agua y cartuchos de fogueo mientras los inmigrantes nadaban. Lo hicieron con “objetivos disuasorios”, para que esas personas no pasaran a aguas españolas. Hubo 15 muertes, pero el ministro niega cualquier relación “causa-efecto” porque se dejó de disparar en cuanto hubo atisbo de “riesgo”.
–Vale, pesaos, ya está, ya habéis conseguido que el ministro admita que se mintió. ¿Podemos hablar de otra cosa?
–No.
Durante los días siguientes a la comparecencia del ministro, descubrimos que al reconocer algunas mentiras el ministro incurrió en otras tantas y omitió partes determinantes en su extenso relato parlamentario.
El 21 de febrero, un viernes y por la tarde, Interior cuelga en su web los brutos del vídeo completo de las cámaras de seguridad. Vuelve a ser un material del que se extraen conclusiones muy claras que contradicen todas las versiones oficiales dadas. Por ejemplo: la Guardia Civil lanzó botes de humo desde el espigón fronterizo que cayeron directamente sobre la zona donde nadaban los inmigrantes que se ahogaron.
También podemos ver cómo, en contra de lo que dijo el ministro, los disparos de pelotas de goma no eran todos al aire ni haciendo “trayectorias oblicuas” sino apuntando directamente al agua. Y también que una patrullera española entra en la zona marroquí, donde todo estaba sucediendo, cosa que siempre negó el ministro y el director de la Guardia Civil. La justificación para no auxiliar a los que se ahogaban había sido que, al suceder en aguas marroquíes, la barcaza española no podía entrar ahí. Pero entró, y no ayudó.
El vídeo termina con una escena triste. La Guardia Civil lleva a pie a los inmigrantes que habían conseguido llegar a nado a la playa española, exhaustos y heridos, hasta una puerta que hay en la valla fronteriza. Abren la verja y los sueltan al otro lado, como el portero que suelta a un borracho en la puerta de una discoteca. Que sea ilegal es casi lo de menos.
Ahora vuelva usted al párrafo marcado con boli y relea cuál era la versión oficial que el Gobierno intentó hacernos creer a todos.
Como han podido ver en este viaje, las mentiras a veces son las mejores aliadas para contar la verdad. Qué difícil habría sido que se demostrara que la actuación de las autoridades españolas el 6 de febrero fue ilegal, antihumanitaria y hasta punible si no fuera por la ayuda de los que están acostumbrados a mentir y que les crean. Sin su obstinación por creer que la audiencia responderá a resortes alarmistas, facilones y tramposos. Sin el ridículo, en directo y por televisión, de los que creen que la impunidad es eterna y que el periodismo de Estado, ese que se cree la versión oficial simplemente porque es oficial, sigue vigente.
Ya no más. Las dolorosas mentiras sobre las muertes de Ceuta han insertado en la agenda política y en la sensibilidad social un nuevo código para interpretar lo que sucede en la frontera. Y no hace falta ser muy de izquierdas para eso. Puede uno estar a favor de una gestión restrictiva de las fronteras, pero no a costa de la muerte. Porque lo contrario a que alguien 15 personas mueran en la frontera no es la libre circulación; lo contrario es que no mueran. De lo otro, hablamos después.
–Ha pasado un año ya. Dejadlo ya.
–No.